Un pastel de boda gay divide a la Corte Suprema. La victoria de este caso marcaría la historia

Debido a que el panadero Jack Phillips siguió sus creencias religiosas y se negó a hacer un pastel para celebrar un matrimonio gay, ha perdido el 40 por ciento de su negocio y tuvo que despedir a la mitad de su personal. Esto lo hace llorar a veces, como lo hizo fuera del edificio de la Corte Suprema de Estados Unidos, después de que su caso, Masterpiece Cakeshop v. Colorado Civil Rights Commission, se escuchara el martes.

La pareja que le pidió el pastel lo denunció a la comisión de derechos humanos de Colorado, que le obligó a atender a todas las personas independientemente de su orientación sexual. Él alega que esto vulnera la primera enmienda y su derecho a la libertad de expresión. La corte comienza hoy a escuchar los argumentos de las partes.

David Mullins y Charlie Craig son una pareja gay de Colorado que en 2012 acudieron a un artesano pastelero, Jack Phillips, para que les hiciera su pastel de boda. Cuando dijeron a Phillips que el pastel era para su boda el hombre les dijo que les podía hacer un pastel de cumpleaños, venderles coockies o cualquier otro producto de la tienda, pero que no hacía pasteles para bodas del mismo sexo. La pareja, que había acudido con la madre de Craig, se sintió degradada. Se marcharon.

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Al salir de la tienda la madre abrazó a su hijo: “todo va a ir bien”, le dijo. “No quieres que tu madre vea que te tratan así”, explicó Craig al podcast del New York Times, The Daily. Poco después la pareja presentó una queja ante la Comisión de Derechos Civiles de Colorado. Este estado reconoce el derecho a no ser discriminado por raza, género, religión, como todos, pero es uno de los pocos que también reconoce el derecho a no ser discriminado por la orientación sexual. La comisión obligó entonces a Phillips a tratar a sus clientes en igualdad: si hacía pasteles de boda para parejas de diferente sexo también debía hacerlos para parejas del mismo sexo.

Phillips no estaba conforme. “No quiero usar mi talento para hacer algo que va contra mi fe cristiana”, dice. Con este mismo argumento de libertad religiosa Phillips se niega a hacer pasteles para Halloween o pasteles con mensajes de identidad LGBT. “Siento que me obligan a crear trabajos artísticos que van contra mi fe y me siento obligado a hacerlo porque si no me pueden multar o incluso castigarme con penas de cárcel”.

Apoyándose en esa libertad el pastelero solicitó a la Corte Suprema que escuchara su argumento en el caso y en junio de este año la corte anunció que así lo haría. Las comparecencias han comenzado este martes. El caso está captando la atención mediática y generando mucha controversia pues puede abrir la mano a que otros negocios se nieguen a proveer servicios a parejas gays.

A pesar de que la negativa de Phillips se basa en su libertad religiosa, el argumento que la defensa del abogado ha empleado en la corte tiene que ver con la primera enmienda y la libertad de expresión. Según Phillips el trabajo artístico que realiza con sus pasteles es un vehículo de expresión y por tanto cuestiona si está obligado a decir a través de lo que él considera su arte algo con lo que no está de acuerdo. Por lo tanto Phillips quiere desviar la atención del tema de igualdad de derechos y centrarse en un caso de vulneración de la libertad de expresión.

Mullins y Craig, sin embargo, son claros cuando explican el encargo: “No le pedimos una pieza artística, ni queríamos que hiciera ninguna declaración, solo le estábamos pidiendo un pastel y nos lo negó por quienes éramos”.

Para los defensores de los derechos LGBT si la Corte Suprema falla en favor de Phillips será un enorme retroceso frente a su decisión de 2015 de reconocer el matrimonio homosexual como un derecho constitucional y además, permitiría a otros negocios negar servicios a homosexuales.

Al parecer, según publica el Washington Post, la Corte Suprema se encuentra muy dividida en este caso. El procurador general Noel J. Francisco, que representa a la administración Trump, dijo que se debía aplicar una exención de aplicación de la ley antidiscriminación a una estrecha minoría de propietarios de negocios, como en este caso. Francisco en varias ocasiones utilizó una extraña comparación con el caso de Phillips, el de un supuesto pintor afroamericano al que obligaran a crear una cruz para que la use el Ku Klux Klan.

Varios jueces mostraron su preocupación de que esto abriera la mano a otros negocios para que se les aplique dicha exención. “¿Quién más es un artista?”, dijo la jueza Ruth Bader Ginsburg. La jueza Sonia Sotomayor esgrimió una duda similar y preguntó: “¿Cuándo hemos dado protección a un alimento?”.

Al parecer el juez Anthony M. Kennedy puede ser quien incline la balanza en uno u otro sentido. Si bien fue él quien hizo posible que se reconociera el derecho al matrimonio homosexual en Estados Unicos es un firme defensor de la libertad de expresión. De hecho, compartió la preocupación de algunos porque esto sentara un precendente que permitiera la discriminación, pero también dijo que Colorado no había sido “ni tolerante ni respetuoso” con las convicciones religiosas del pastelero.

“Sería una afrenta para la comunidad gay si los pasteleros pudieran colgar carteles en sus negocios en los que indicaran que no preparan pasteles para matrimonios gays”, dijo Kennedy.

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