Es un desafío de recuperar a un hijo adicto a los videojuegos

La adicción a los videojuegos es un problema cada vez más común entre niños y adolescentes, pero pocos padres son conscientes de los riesgos. Melanie Hempe, madre de un joven que sufría de adicción, dio su testimonio a The Gospel Coalition, contando cómo salvó a su hijo del problema. Adam, su hijo, informó durante su primer año de universidad que había estado en su dormitorio durante una semana y no podía dejar de jugar, declarando que “el videojuego me hizo algo”. Melanie luego se dio cuenta de que su hijo estaba atrapado en el mundo virtual y no podía salir.

Las señales de advertencia comenzaron en la escuela secundaria, pero la madre no las enumeró. Adam renunció a los deportes y pasatiempos, prefiriendo jugar en lugar de asistir a la iglesia. Melanie pensó que era mejor verlo encorvado sobre una pantalla durante horas que meterse en problemas, pero sus problemas persistieron y fue a la universidad con muchas dificultades.

Melanie, que tiene un título en enfermería, comenzó a investigar el tema y habló con médicos y neurocientíficos de todo el país para comprender cómo los juegos influyen en la memoria. Luego descubrió que la adicción a los juegos es neurológicamente similar a cualquier otra adicción, como el consumo de drogas, en el sentido de que ambas secuestran la vía de recompensa de la dopamina. La sobreproducción de dopamina durante el juego desencadena una serie de eventos neuroquímicos, lo que lleva a un ansia de más.

La adicción al juego conduce a un deterioro del autocontrol y disfunción en las actividades diarias y las relaciones interpersonales. “El juego no es un rito de iniciación neutral, es una actividad adictiva que puede alejar a una persona de su vida familiar y espiritual. El juego se convierte en el dios de su propio universo. Con el tiempo, el mundo virtual puede volverse tan auténtico y tan inmersivo que la necesidad de la familia, Dios y la alegría natural disminuyen”, dijo Melanie.

Melanie creó, junto con su esposo, la organización Screen Strong, para ayudar a otras familias que están pasando por el mismo problema. La organización reemplazó el uso de la “pantalla tóxica” con actividades saludables, desarrollo de habilidades para la vida y conexiones familiares. “Sirvió cinco años en el ejército de los EE. UU. y se graduó de la universidad. Ahora está terminando la facultad de derecho y también es vocero de Screen Strong”, dijo Melanie sobre su hijo.

A Adam le gustaría poder recuperar las más de 10.000 horas que pasó jugando y perdiéndose en el mundo virtual. “Y debido a lo que experimentó Adam, mi esposo y yo cambiamos la forma en que lidiamos con la tecnología con su hermana y sus hermanos gemelos menores, creando una infancia libre de videojuegos y teléfonos inteligentes para ellos”, dijo Melanie.

Melanie anima a las madres y padres a proteger a sus hijos de las “pantallas tóxicas”, ya sean videojuegos o smartphones.

“Es nuestra responsabilidad proteger a nuestros hijos y ser fieles administradores de lo que Dios nos ha confiado. La tecnología es increíble, pero también es poderosa y puede usarse para bien o para mal. Por eso debemos ser conscientes y equilibrados en el uso que le damos”, advirtió, y enfatizó la importancia de tener un diálogo abierto y honesto con sus hijos, poniendo límites y fomentando otras actividades como el deporte, la lectura y el tiempo de calidad en familia. . .

“No se trata de prohibir por completo el uso de la tecnología, sino de equilibrar y controlar su uso. Como padres, debemos predicar con el ejemplo y mostrarles a nuestros hijos que hay cosas mucho más valiosas que pasar horas frente a una pantalla”.

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